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CRÓNICA

No hay Proyecto sin Memoria. Éste ha sido el mensaje capital sobre el que ha versado la Visita Pastoral de nuestro Sr. Obispo, D. José Ignacio Munilla, y de D. Joseba González, Vicario General y responsable del Patrimonio Cultural de la Diócesis, al Archivo Histórico Diocesano el pasado día dos de junio. Su visita ha evidenciado el hecho de que para mirar adelante, renovar objetivos y ofrecer soluciones a problemas actuales deben conocerse los fundamentos, asumir nuestra trayectoria histórica y basar nuestros futuros planteamientos sobre contextos y realidades ciertos. Quien guarda, conserva y mima las pruebas documentales de esa trayectoria secular e identitaria de la Iglesia en Gipuzkoa, es el Archivo, nuestro Archivo Histórico Diocesano de San Sebastián.

Puntuales a su cita prefijada de las diez de la mañana, tras un fraternal recibimiento y cálida salutación, recorrimos cada una de las dependencias que conforman el Archivo Histórico; las preguntas fluían y el interés se palpaba cuando vislumbraban el sin fin de documentos custodiados y las infraestructuras que contamos para conservar y difundir esos fondos, testigos fehacientes del transitus Domini en estas tierras guipuzcoanas.

Acto seguido, reunidos en la Sala de Investigación del Archivo, ofrecimos al Sr. Obispo y al Vicario General cumplida explicación sobre la realidad dinámica del Archivo, enfocada, por un lado, a concentrar los fondos históricos de nuestras comunidades eclesiales de Gipuzkoa, por otro, a guardarlos pulcramente y, por último, a ofrecerlos a todos los estudiosos que se acercan a solicitarlos.

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Devenir histórico

Fue el Obispo D. Jacinto Argaya quien en 1972 se preocupó en dar cuerpo orgánico a la aspiración de reunir y guardar en lugar apropiado todo el patrimonio documental eclesiástico disperso por templos, sacristías, casas parroquiales y hasta privadas de nuestra Diócesis, no siempre guardado en las condiciones que el papel, los pergaminos, las fotografías o demás soportes documentales exigen. En su carta circular de aquel año expresa la necesidad de "recoger aquellos documentos que nos han de revelar
cómo dieron solución a sus problemas pastorales
los que en épocas anteriores ejercitaron la pastoral dentro de
nuestra provincia"
. Para llevar a efecto tamaña empresa nombra a D. Sebastián Inchausti, Archivero Diocesano, nuestro primer archivero. Aquel avanzado, discreto, perspicaz y sabio Obispo, cuya erudición, sensus eclesiae y mucha mano izquierda -y uno de los prelados que enriqueció las reflexivas disertaciones del Concilio Vaticano II-, fue el promotor de la necesaria reestructuración eclesial en Gipuzkoa a partir de las nuevas realidades sociales que fueron imperándose.

Tras aquella fecha el Archivo fue creciendo y convirtiéndose en lo que es hoy: un referente cultural incuestionable de Gipuzkoa y, también, de los Archivos de la Iglesia en España. Somos citados en innumerables trabajos de investigación, requeridos para impartir ponencias y exponer experiencias, así como visitados por colegas hermanos de, por citar algunos casos, las Diócesis de Tui-Vigo, Oviedo o Santander.

El equipo

Pero ninguna institución se hace grande si no es grande el equipo de personas que laboran en ella. El Archivo Diocesano cuenta con ese equipo, con esas personas; sólo así puede entenderse, por ejemplo, cómo hemos conseguido concentrar los fondos históricos de todas las parroquias de Gipuzkoa, cómo hemos logrado su inventarización o cómo los hemos puesto a disposición pública en instalaciones debidamente acondicionadas; esa larga, fatigosa, ardua, pero apasionante tarea la hemos podido afrontar gracias a las personas que conforman, o conformaron, el equipo de colaboradores del Archivo. Aprovechando la visita del Sr. Obispo y del Vicario General, rendimos justo y merecido reconocimiento a esas personas, presentes allí, cuyo servicio a la causa, ha sido su motor, y la gratuidad, su bandera; son: Arantxa Kintela, Itziar Barrenetxea -ambas Franciscanas de Montpelieur-, Soledad Rodríguez -Obrera de la Cruz-, y Ane Zabarte. También recordamos a las religiosas que hasta no hace mucho han colaborado incansablemente entre nosotros y que por motivos forzosos de edad no podían estar allí; nos referíamos a Mari Arrazola y Asuntxi Mendizábal -ambas de la Compañía de María-, o Digna Villabriga -de la Compañía de Santa Teresa-. En este capítulo, por último, agradecimos también la labor y disponibilidad de Iñaki Amutxastegi por haber formado parte de ese gran equipo en este curso pastoral y que ahora, razones pastorales, reclaman su servicio y presencia en la Parroquia de Bergara; su complicidad en tareas y decisiones así como su buen humor y disponibilidad dispensada le hacen ser protagonista también del evento.

Grupo

El Archivo como entidad útil para construir un futuro mejor

Una vez expresados los merecidos agradecimientos, incidimos en el hecho de que nuestro Archivo no es un depósito ni de papeles ni de recuerdos, es la entidad que guarda el ser y el hacer de miles de personas tras un ideal cristiano secular, abierta a ofrecer verdad y experiencias vividas. El Archivo o sirve a la construcción del futuro o no es Archivo; si no lo hace será, tan sólo, un depósito, un muy respetable almacén de glorias y hazañas pretéritas, pero no Centro de Difusión de cultura y memoria al servicio del Evangelio. Los archiveros no somos coleccionistas de hechos pasados, somos colaboradores del presente y constructores de un futuro mejor. Custodiar la verdad, conservarla y ofrecerla para aprender de ella es nuestra encomienda, el camino y reto.

Derechos y deberes

Reflexionamos también sobre una nueva realidad que va cuajando en la sociedad: arrogarse derechos y obviar, maquillar, obligaciones. Contemplamos con estupefacción cómo muchos imploran el derecho, por ejemplo, de obtener para sí una copia digital de tal o cual pieza, obviando el deber de no alterar, manipular o hasta comercializar ni el soporte ni el contenido de ellas. Observamos preocupados que muchas veces la aceptación de una subvención al Archivo exige como contraprestación la entrega de todas las copias de lo efectuado con dicha ayuda, dejando con ello vía libre a que se pierda la propiedad física y/o intelectual de lo entregado o su contenido. La prudencia clama mesura y reflexión. Por ello, conscientes de lo señalado, hemos adoptado en el Archivo el criterio de no ceder copias o imágenes digitales de la totalidad de los documentos; por tanto, descartamos las subvenciones que exijan la entrega de las imágenes de los procesos digitales, no así lo datos extraíbles de la documentación histórica o textos.

El patrimonio documental es un bien que nos compete sobre manera; sirve a la memoria colectiva y contribuye a la educación de todos en valores. La intervención de D. José Ignacio así nos lo recuerda, remarcando que los bienes culturales son también instrumentos válidos para la evangelización y el apostolado.

Es de destacar, para terminar, que la cercanía mostrada, el entusiasmo dispensado y las palabras del Sr. Obispo y su Vicario animan sobremanera el trabajo generalmente callado, muchas veces infravalorado, pero militante de los archiveros de esta Diócesis. Agradecemos su presencia, sus gestos, su interés y enseñanza de que podemos aprender de ayer, cómo trabajar hoy, a fin de que mañana sea mejor. Nos es imprescindible conservar la memoria para no perder la identidad, el discernimiento, la libertad. Recordémoslo, ... No hay Proyecto sin Memoria.

José Angel Garro Muxika,
Archivero Diocesano y de la Catedral de San Sebastián

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